La
semana pasada fue el velorio de Chuck Berry. Hoy con el disco de la semana lo
enterramos y dejamos claro que su legado es inmenso.
Chuck
Berry es el rey del rock and roll y esta oración no tiene mayor disputa. Al
menos aquí. La tarde del sábado pasado nuestro querido cantante, guitarrista,
compositor e innovador partió a otro plano astral y nos deja un mundo mejor,
habiendo dejado una plétora de herederos y seguidores que hasta ahora nos
siguen entreteniendo e inspirando. Sin Chuck Berry, no hubieran habido tal como
los conocemos Rolling Stones, Beatles, Kinks, Who, Queen, Mötorhead, Iron
Maiden, Kool & The Gang, Guns N’ Roses, Eagles, Steely Dan, Genesis, Yes,
King Crimson, 10 cc, Camel... Es decir, él lo inventó todo.
Su
música está compilada, en su totalidad, en cuatro cajas: Johnny B. Goode (los
cincuenta), You Never Can Tell (los sesenta), Have Mercy (los setentas) y Rock
N' Roll Music, Any Old Way You Choose It (todo lo publicado, menos tomas
alternas o rarezas, hasta 1979), pero el disco de la semana y el resumen de su
legado es el imbatible The Great Twenty-Eight (Chess, 1982), compilatorio que no debe
faltar en ninguna colección, y piedra angular de todo lo que significa Rock.
28 temas, desde “Maybellene” (1955) hasta “I Want To Be Your Driver” (1965)
que resumen una década de aventuras, desventuras, poesía, matemáticas, autos, relojes,
chicas y mucho, mucho sexo a por doquier (Chuck todo lo ve mañosería).
Chuck
construye con estos temas la historia de la adolescencia en pleno
"boom" de la economía estadounidense, construyéndose a gran velocidad
después de la Segunda Guerra Mundial. Una juventud de todas las razas, todas.
De todos los estratos sociales y tendencias.
Es hora
de decir adiós al cuerpo de Chuck y seguir escuchando sus canciones hermosas,
bailables, inocentes y a la vez perversas.